La terapia de Dios

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Para curar el estrés, la ansiedad, la depresión o cualquier padecimiento, nada mejor que DIOS. DIOS ES ALIMENTO Y TERAPIA.

Al padecer una enfermedad mientras el cuerpo se desgasta en sufri­mientos, la salud parece una promesa lejana y ausente. Hay pacientes que han perdido la fe y su malestar los envuelve en una atmósfera cargada de desaliento y desesperación.

Padecer un estrés constante, dejarse llevar por el nerviosismo o per­der sistemáticamente el sueño por preocupaciones que martillean sin cesar la mente es, también, una grave enfermedad. Cómo quisiéramos que esas tensiones desaparecieran y volviéramos a ser confiados y felices como en otros días.

Hay personas que cuando las cosas les salen, mal o cosechan fracasos en la vida; se sumen en un estado de depresión angustioso y terrible: su mente les reprocha cruelmente los errores cometidos, se desgarran interiormente y se producen a sí mismos daños que, partiendo de la desesperanza, van a desembocar en el alcohol o en otros recursos inútiles que les destruyen el cuerpo y les arruinan los cimientos mismos de su hogar. El hombre, en ocasiones, siente que es ya un inútil, que no’ tiene caso seguir viviendo y medita seriamente en quitarse la vida: su depresión ha hecho crisis y la persona no es más que una basura que deambula sin rumbo y sin sentido.

Para tu tranquilidad, existe un método sencillo de curación, tan fácil que tú mismo lo podrás seguir sin ayuda de terceras personas; su acción es rápida y eficaz: tú no tendrás que esperar mucho tiempo para empezar a sentir alivio y verdad en tu espíritu. Tus enfermedades y males irán desapareciendo. La terapia de Dios actúa como un bálsamo de salud; tú disfrutarás de la vida como un amanecer pleno de esperanza.

La mente es poderosa y dentro de nosotros se fraguan, como en un complicadísimo laboratorio, una cantidad de vericuetos a veces siniestros, que nos arrojan a un caminar sin sentido en el ‘que” vamos de la mano con la soledad y la tristeza.

Cuántas veces hemos escuchado: “Ya estoy cansada, he agotado todos los medios: mi mal no tiene remedio”. “Ese médico lo único que busca es la manera de sacarme más dinero”. “Me está matando esta ansiedad y no sé ya qué hacer”.

La terapia de Dios actúa, básicamente, a través de LA COMUNICA­ClÓN.

Suponte que tú deseas obtener algo importantísimo para tu vida, de lo cual depende tu realización personal y el bienestar de tu familia. Tú debes entrevistarte con un alto ejecutivo quien tiene en sus manos la decisión; positiva, para que te encamines al éxito; negativa, para sumirte, quizás en la desesperación.

Sobes que su tiempo es oro y tú ensayas las muchas maneras de abreviar tu mensaje hasta recortarlo a sólo cinco, quizás cuatro minutos…

La noche anterior no duermes piensa y piensa. ¡No! Esta última forma de expresarse es mejor que la primera. Aquí hay que cambiar algo, etc. Con tu discurso ya ensayado tú te presentas a la entrevista. La hora y media que este señor te hace esperar te parece eterna Y los nervios te consumen mientras, ves cómo pasan otras personas que ni siquiera han hecho antesala. Tus manos te sudan y tú te preguntas cómo te atenderá este señor tan importante. Finalmente te hacen pasar a un despacho elegantísimo, pero vacío.

Ahí no hay nadie, todavía. El señor es tan prominente que, tiene dos, quizás tres privados y en estos momentos estará acabando de atender otros asuntos.

Cuando al fin aparece el hombre; te saluda, de prisa y te dice que le expreses, brevemente, de qué se trata tu asunto. Tú sientes que el mundo se te cae encima y te pones mucho más nervioso; cuando empiezas a hablar se te traban un poco las palabras. Tú percibes que el señor consulta su reloj y ve, insistentemente, hacia una determinada puerta, como si esperarais alguna llamada. Tú sientes que el señor no te está escuchando, quizás por elemental educación te oye, pero su mente está en otras cosas, NO en el mensaje que tú le estás expresando.

Sales frustrado, no te has podido comunicar. Tú no vas a conseguir lo que quieres, no te han dado la oportunidad de escucharte. Imagina ahora que estás en una reunión en donde no conoces a nadie: todas las personas con un aire de mucha importancia, están lejos de tu alcance y tú de pie, solo como un tonto, te sientes hacer un papel de lo más ridículo; quisieras desaparecer de ese lugar o bien, participar en la conversación de algún grupo de personas, o sea: poderte COMUNICAR con alguien. Tu problema es uno: comunicación.

En muchas ocasiones estamos ansiosos de platicarle algo a quien quiera que sea, es como una necesidad de desahogarnos y darle salida a aquello que traemos adentro, pero aquella persona, en lugar de escucharnos, quiere que nosotros la escuchemos a ella; de esas gentes que sólo saben hablar de yo… me… conmigo.

Aquella persona no está dispuesta a escuchar a nadie, tan sólo quiere que la escuchen a ella. Es frustrarte, TÚ NO PUEDES TENER COMUNICA­ClÓN.

Para tu sorpresa, la frustración mayor NO ES POR FALTA DE COMU­NICACIÓN CON LOS DEMÁS, sino porque TÚ NO PUEDES COMUNICARTE CONTIGO MISMO: De ahí nacen las frustraciones más terribles y en una gran cantidad de casos son las que producen nuestras enfermedades y nuestro malestar.

Tú vas a aprender a COMUNICARTE CONTIGO MISMO y de esta comunicación, como si fuera un milagro, brotará la recuperación de tu salud y tu bienestar.

COMPOSICIÓN DEL SER HUMANO:

Generalmente se ha aceptado que el ser humano está compuesto de dos elementos:

Espíritu, mente o inteligencia. Cuerpo, Sentidos; vista, oído, tacto, olfato, gusto.

El ser humano es una maquinaria asombrosamente perfecta, mejor que cualquier reloj de precisión o que los sofisticados sistemas para lanzar satélites al espacio.

Entre mente y cuerpo existe una comunicación admirable: las manos obedecen, al instante, los mandatos de la mente, lo mismo que las piernas o cualquier otra parte del cuerpo. La perfección consiste, en gran parte, en la armonía y comunicación que existe entre las diferentes partes de nuestro ser. La mente es una computadora asombrosa que gira sus órdenes y el cuerpo las obedece tan fielmente como un acetato de alta fidelidad.

¿Pide auxilio?

Y el hombre se baja inmediatamente del coche descompuesto y agita las manos a los otros vehículos ¡Da vuelta a la derecha!

Y el conductor aplica la palanca que señala con la luz intermitente. ¡Qué maravilla de comunicación entre mente y cuerpo!

En muchísimos casos la comunicación entre mente y cuerpo es tan estrecha que los dos elementos actúan como uno solo: Yo voy manejando y percibo el peligro de chocar contra un coche que se ha frenado súbitamente. Mi pie derecho pisa violentamente el pedal del freno. Esta acción es impensada, un acto reflejo, automático, como un recurso angustioso para evitar el impacto. En este caso no ha habido tiempo de establecer una larga comunicación entre la mente que da la orden de frenar y el pie que ejecuta el mandato: la comunicación de estos: elementos de nuestro ser es automática, integrada, como un sexto sentido para librarnos del peligro y conservarnos la vida.

Lo mismo sucede cuando, aun sin verla, percibimos que alguien nos tiró una piedra: la cabeza baja rapidísimamente y la piedra pasa rozando nuestros cabellos.

La comunión entre mente y cabeza fue un reflejo impensado, automá­tico: así de bien funcionan los elementos de nuestro ser; se hacen uno para librarnos de los peligros: su comunicación (o comunión) es perfecta.

Ahora consideremos qué pasaría si, estando por chocar contra el auto que se detuvo súbitamente, nuestro pie derecho no obedeciera la or­den de frenar: chocaríamos horriblemente y quizás las consecuencias fue­ran fatales. Yo tendría que estar loco para no frenar enérgicamente. Sólo un demente dejaría que él y su familia se estrellaran en forma brutal. No se concibe que una persona normal deje de frenar en estos casos y vaya al matadero.

Supongamos ahora que hay un loco, tonto, tarado o como queramos llamarle, que no frena. Choca impresionantemente; dos de los niños mueren y los otros tres tripulantes van a dar al hospital, sumamente graves. Analicemos qué sucedió: la mente le dio la orden de frenar al pie pero por razones inexplicables no frenó. La tragedia tuvo lugar por armonía entre los dos elementos de este chofer.

Que no hubo armonía entre mente y cuerpo, porque la comunicación de lo mente (S. O. S. ¡Frena!) fue como un grito en el desierto: el pie no le hizo caso a la orden; el, cuerpo no respondió al llamado de la mente: no hubo.

Volvamos a nuestras enfermedades y padecimientos. En muchísimos de los casos son ocasionados porque no existe armonía o comunicación entre los elementos de nuestro propio ser. Es más, el estrés, el nerviosismo, la ansiedad y muchísimos otros padecimientos que tenemos que soportar día con día, son provocados precisamente por esa falta de armonía .o co­municación entre los elementos de nuestro propio ser.

Guiados por La terapia de Dios, aprenderemos a tener una comunicación integral con nosotros mismos y, a través de esta comunicación, nuestras tensiones y aflicciones irán desapareciendo.

Veíamos que generalmente se ha aceptado que el ser humano está compuesto de dos elementos:

  1. Alma, espíritu, mente o Inteligencia.
  2. Cuerpo: Sentidos, vista, oído, tacto, olfato, gusto.

Sin embargo, podríamos considerar que el ser humano NO está com­puesto solamente de estos DOS ELEMENTOS, sino de TRES y el más im­portante, es decir, el fundamental, ha sido lamentablemente olvidado.

“Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza”. (Gn. 1, 26).

“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer; o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos; o desnu­do y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el Rey les dirá: en verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos irnos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25. 37-40)

Dios es el principio y el fin de todo ser humano.

Dios es el único cauce sobre el que puede discurrir mi vida, que fuera de su cauce, se perdería entre las arenas del desierto.

Dios es como la raíz del árbol que lo nutre de vida para que se llene de follaje y ofrezca frutos. Hay árboles que permanecen erguidos aun cuando su raíz se ha secado: ya no dan frutos, ya no se visten de fo­llaje: Viven muertos.

Dios es el camino, la verdad y la vida, y también la felicidad. Sólo en Dios puede encontrarse la paz y la realización plena del hombre. Dios esconde su tesoro entre los harapos del pordiosero y está atrás de la expresión triste del pobre muchacho que nos importuna cuando limpia los parabrisas de nuestro coche.

EL HOMBRE ES PODEROSO:

Dios, en su infinita sabiduría, hizo poderoso al hombre, veamos: Dios dispuso que el cuerpo de todo ser humano debe morir: convertirse en
polvo. Sólo él sabe el día y la hora. Todos tenemos que morir.

DIOS TIENE FACULTAD DE VIDA O MUERTE SOBRE EL CUERPO HUMANO.

El hombre, sin embargo, es poderoso:

EL HOMBRE, Y SOLO EL HOMBRE, TIENE FACULTAD DE VIDA O MUERTE SOBRE SU PROPIO ESPÍRITU.

Y aún más: EL HOMBRE TIENE FACULTAD DE MATAR O DESTRUIR LO MAS IMPORTANTE DE SU SER: es decir, el hombre tiene poder sufi­ciente para extirpar a Dios de sí mismo y arrojarlo fuera de su propio ser.

Según la figura número dos, el ser humano está compuesto de:

  1. Dios.
  2. Alma, espíritu, mente o inteligencia.
  3. Cuerpo: Sentidos; vista, oído, tacto, olfato, gusto.

El hombre puede desterrar de sí mismo a Dios, elemento fundamental de su vida y vivir muerto aun cuando tenga, quizás, mucho poder, mu­chos servidores, abultadas cuentas en los bancos. Mientras el hombre no se llene de Amor, es decir: mientras el hombre no se llene de Dios, no podrá alcanzar la paz de su espíritu, la realización plena de su vida y por consiguiente, la felicidad.

¿Cuál es el mandamiento mayor de la ley?. . . El mandamiento más importante es: Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. El segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que estos”. (Mt 22, 36-40).

Si yo tuviera que definir a Dios con sólo una palabra, ésta sería, indudablemente, Amor.

Creo, profundamente, que Dios nos creó por Amor. Por Amor es que todo existe en la vida.

Recuerda, hombre, que tú fuiste hecho a imagen y semejanza de Dios. Tú te deshaces y no puedes dormir pensando y angustiándote sin poder resolver tus problemas: la ansiedad te corroe y padeces un estrés terrible que no te deja en paz. Es fácil resolver tus problemas, todo es cuestión de que entiendas que DIOS ES LO MAS IMPORTANTE DE TU PROPIO SER.

Si tú aprendes a comunicarte con Dios, vas a lograr una comunión y armonía, plena de paz, dentro de tu propio ser: tu felicidad se extenderá, como un abrazo, para abarcar generosamente a quienes están cerca de ti.

LA COMUNICACIÓN:

En cierta, ocasión encarcelaron a un reo y lo refundieron en una celda desquiciante, enloquecedora: durante tres meses no vio a nadie, tan sólo escuchaba los pasos de la persona que, por arriba de la celda le arrojaba todos los días su alimento. Un día percibió que en esa solitaria prisión habían encerrado a otro preso y sintió que quedaba en la celda contigua, separada por lo que seguramente sería un gruesísimo muro. El primer reo se las ingenió para comunicarse con su compañero y, pasado un tiempo pudieron, a través de golpecillos en la pared, platicarse sus inquietudes y estados de ánimo: esa comunicación era el único hilo del que pendía su esperanza y su sostén para soportar la crueldad ala que eran sometidos.

Es a través de las señales y cambios de luces que un avión comunica su presencia cuando cruza vertiginosamente los cielos.

Al cumplir veinte años de casados, el novio llevó serenata a su es­posa. Al final, los violines tocaron “Júrame”. No hubo necesidad de cantar la canción, la melodía comunicaba todo aquel precioso recuerdo cuando por primera vez unieron sus mejillas y compartieron la ilusión de-vivir juntos.

Un ramo de flores comunica, en ocasiones, muchísimo más que el dis­curso más florido.

El jefe de publicidad de una empresa presentaba su programa de televisión ante los ejecutivos de la compañía; era un despliegue de inge­nio e innovaciones. El hombre estaba nervioso, no sabía qué reacción tendrían los jefes. Atrás del publicista estaba el gerente de compras, quien había colaborado en los novedosos planes publicitarios; este compañero posó su mano sobre él .hombro del publicista .y le comunicó una tranqui­lidad y confianza que difícilmente le hubiera podido transmitir con la pa­labra viva.

Dos prominentes banqueros están casi de acuerdo para cerrar un tra­to multimillonario y atrevido. Frente a ellos están los empresarios que eri­girán el más fabuloso centro comercial del país. Ya se han estudiado los pros y los contras, ya se ha discutido exhaustivamente todo y persiste la duda. Uno de los banqueros busca los ojos de su colega. Lo toca, ra­pidísimamente, con una mirada que no deja duda: Es negativa. Los bancos no financiarán la obra. A esos empresarios no conviene darles un NO tajante, hay muchos negocios de por medio. El banquero utilizará su mano izquierda, pero, ese crédito NO se concederá: una mirada lo ha comunicado todo.

Me encuentro en un banquete y, de buenas a primeras, sin estar yo preparado, me orillan a hablar y expresar mi opinión sobre un intrincado asunto.

Mi esposa, por abajo de la mesa, toma mi mano y me comunica tal confianza que me anima a levantarme y hablar tranquilamente, sin miedo.

La palabra, oral o escrita, es el elemento que generalmente se ocu­pa para comunicarnos; existe, sin embargo, la comunicación espiritual, la que se enlaza con el pensamiento y transporta una plenitud hermosísima que nos llena el corazón: Yo estoy en el aeropuerto, esperando a mi ser querido. Consulto mi reloj; faltan tres cuartos de hora. Toda la noche y todo el día anterior he estado pensando en ella que representa para mí toda la felicidad y la razón de vivir. Ella, en el avión, consulta su reloj: faltan tres cuartos de hora. Yo sé que ella piensa en mí y vive de la con­fianza de saberse amada y recordada.

Nuestro pensamiento nos comunica esa ilusión de que ya muy pron­to nos veremos y podremos abrazarnos y besarnos. Hay un enorme ca­riño dentro de esa comunicación, no hace falta vernos para estar comu­nicados.

El avión se detiene, le ponen la escalerilla y aun cuando no podemos oírnos, pues el ruido de las turbinas es ensordecedor y el aparato está demasiado lejos, nos comunicarnos mil emociones agitando los brazos y alcanzamos a adivinar una sonrisa de inmensa alegría. Pasada ya la aduana, finalmente podemos abrazarnos y en ese estrechar los cuerpos, estamos uniéndonos íntimamente en pensamiento y cariño, en ilusión de continuar nuestras vidas como un solo sendero lleno de esperanza.

¡Cuánto nos hemos podido comunicar sin decirnos palabra alguna!

Así, de esa manera, es como yo he de comunicarme con Dios y al lograrlo, estaré comunicándome conmigo mismo. La comunicación armó­nica entre todo mi ser es la que traerá nuevamente la salud y la paz, la alegría y la felicidad.

Dos seres que se aman, que comparten el diario alimento del alma y del cuerpo, que alojan sus sueños bajo el mismo techo; cierto día, con motivo de un viaje, tienen que estar separados durante unos días. Han tenido años de comunicación de vida y la- paz en su hogar es una diaria promesa que vuelve a renacer. Hombre y mujer se encuentran separados por cerca de tres mil kilómetros, pero los dos están comunicados aun cuando no gasten en conferencias de larga distancia.

El piensa mucho en su esposa y en sus dos hijas a las que adora con todo el corazón. Ella piensa en su marido, todo su sostén y su razón de vivir. Entre ellos dos existe una comunión. Es una comunicación es­piritual.

No hace falta diálogo para que exista esa comunicación; con el pen­samiento él estará acariciando a su esposa y ella lo extrañará vivamente como una necesidad de abrazarlo y sentirlo cerca; pero la comunicación espiritual entre los dos existe: es tan real como la añoranza de sentirse cerca, es la comunicación hermosa de amar y saber ser amado.

¿Qué es lo que une a estos dos amantes tan estrechamente?.Los une algo que los dos tienen en común: el amor.

Él es completamente diferente a ella en sexo, color de piel, carácter, constitución física, inteligencia, cualidades, etc.

Hay algo, sin embargo, que es exactamente igual en los dos seres: El Amor. Los dos han sabido albergar dentro de sí mismos al Amor y lo han cultivado, día con día, -como se cuida la niña de los ojos, como un ver­dadero padre y una verdadera madre cuidan de sus hijos. El Amor los une y los comunica sin importar los, kilómetros de separación; existe una unión espiritual entre los dos, unión que es posible gracias al amor.

Cuando no existe amor, no hay vínculo que pueda unir, NO existe comunicación.

Para que aprendamos a curarnos de nuestros males, es muy conve­niente que estemos de acuerdo en identificar la palabra Dios con la palabra Amor.

Las dos palabras tienen cuatro letras, las dos se escriben con mayús­cula. Las dos palabras significan lo mismo.

Si recordamos la figura número dos, en la que aparece la estructura o composición de nosotros mismos, veíamos que lo más importante de cada ser humano es Dios.

Bien, estamos ahora ya preparados para hablar más en confianza, ya nos entendemos mejor. Imaginemos un anuncio luminoso, de esos que se encuentran en las grandes avenidas y que está cambiando continua, incesantemente: Dios amor

Este comprender y entender a Dios como Amor es lo que alejará de nosotros el estrés, la falta de confianza, el nerviosismo agotador y muchos otros padecimientos.

Lo que buscamos, como locos en la vida, es que nos hagan caso, que nos tomen en cuenta, que nos quieran.

NO que nos olviden

NO que nos tiren a locos NO que nos desprecien.

El Amor es lo que mueve al mundo. El amor es el anhelo más apre­miante del hombre. Amor es lo que da una madre a su hijo recién nacido, incapaz de valerse por sí mismo. Amor es alimento más necesario que el trigo, más vivificante que el agua.

El ser humano, al buscar la caricia, el aplauso, el reconocimiento, está buscando tan sólo una cosa: ser amado.

A mí me encanta cuando la empleada del supermercado me saluda con una sonrisa, es decir, cuando es amable. La realización del ser humano es así de simple:

Amar y ser amado.

EL LENGUAJE DE DIOS:

Según hemos visto, La terapia de Dios nos ayudará a sanar de mente y de cuerpo teniendo como elemento fundamental la comunicación con Dios. Tú estás acostumbrado a comunicarte generalmente por medio de la pa­labra, de viva voz o escrita; aprenderás sin embargo y muy fácilmente por cierto, el lenguaje de Dios; es más, te va a encantar.

El Amor, que vive en ti, se despliega generosamente llenando de co­lorido las flores y vistiendo de pureza las cimas de los volcanes; al ama­necer el alba luce diferentes tonos y el crepúsculo, como un eco, imita la magia de teñir los cielos… La corneta es como un suspiro que se le ha es­capado al Amor y las estrellas cintilan su luz como si nos guiñaran con cariño los ojos.

Al pasear por los bosques, hemos escuchado el canto de los árboles: el suave viento que mece los follajes produce un verdadero canto que llena de magia y hace, soñar y, mientras contemplamos esos, paisajes pintados por la mano maestra del Amor, sentimos su lenguaje como algo real, vivo y latente y entramos en comunicación con la naturaleza.

En los rojos, bermellones, carmines y naranjas-oro del atardecer existe un lenguaje.

Mientras yo contemplo embobado el hechizo de la inspiración de Dios, tal parece que el cielo dialogara conmigo mostrándose a cada momento diferente, como si sus palabras fueran los colores y sus frases el efecto que producen sobre, el cielo del atardecer.

Concebimos a Dios lleno de Amor, que todo lo abarca, lo abraza, lo llena de su espíritu creador, el espíritu del Amor.

¿Cómo ha de ser nuestra comunicación con él?

Muy sencillo: una comunicación de Amor.

Analicemos el lenguaje de Dios y lo haremos nuestro más fácilmente que un niño que aprende la lengua materna.

DIOS COMUNICA A TRAVÉS DEL ESPIRITU:

Todas las cosas fueron hechas para el hombre; el agua nos comunica alivio para la sed, los cereales y los frutos nos comunican saciedad para el hambre, el trigo nos comunica alimento al ser la base del pan… pero, no sólo de pan vive el hombre… Hacen falta las flores para enviarlas como mensajeras del cariño a un ser querido, hacen falta los árboles para darnos sombra, hace falta la alta montaña para lograr que nuestros ojos se eleven hacia el cielo.

El avaro que se pasa todos los segundos de su vida imprimiendo bille­tes con el sudor de muchas gentes, no tiene tiempo de comunicarse con la naturaleza, de disfrutar el rumor de las olas del mar, el vuelo encantado de las gaviotas.

El enfermo que se la vive lamentándose de que Dios ya se olvidó de él, que sus males no tienen remedio y se desespera y quisiera desahogar su mal humor con todos los que se le paran enfrente… Igual que el ava­ro, no se ha dado tiempo de comunicarse con el verdadero sentido de la vida: el Amor.

El nervioso, el ser preñado de estrés, el que todas las cosas las quiere resolver él mismo, está perdido. Hay muchas cosas que él jamás podrá resolver, existen miles de factores que están fuera de sus manos. Tú si quieres curarte, has de aprender el lenguaje del amor. Es facilísimo, como todo, es cuestión de práctica; pero aquí vas a ser llevado como de la mano para que inicies tu caminar por el único sendero que te llevará a la salud: el amor.

¿Recuerdas el lenguaje de las caricias? ¿El lenguaje de la comuni­cación espiritual de los esposos que se aman y que están a tres mil kiló­metros de distancia?… Así es el lenguaje de Dios, como una caricia es­piritual que tu espíritu va a ir percibiendo más claramente que algo que captaras con la vista.

“Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído”. (In 20. 28-29).

“El extendió la mano, lo tocó y dijo: Quiero, queda limpio. Y al ins­tante quedó limpio de su lepra”. (Mt 8, 2-3).

“Si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: desplá­zate de aquí hacia allá, y se desplazará, y nada os será imposible” (Mt 17, 20-21).

Y tú dirás, tal vez: Mi problema está, precisamente, en que no tengo fe. No te preocupes, la fe puede alcanzarse e irse acrecentando.

El enfermo que se encuentra sumido en su desesperanza ya no tiene fe, le han hecho tanto que llega a dudar que Dios lo quiera o que lo tome en cuenta.

El vicioso que siente que su voluntad le flaquea y no puede decir no a la tentación, ya no le queda nada de fe. ¡Si tuviera, al menos, un poquito de fe! Se lamenta el pobre… y sigue bebiendo.

No te preocupes, la fe puede alcanzarse; existe un camino seguro: Comunicación con Dios.

Tal vez tú digas: ¿Pero cómo voy a comunicarme con alguien en el que no creo? Si Dios me ha abandonado, si estoy solo.

La terapia de Dios funciona con todos, no importa que crean poquito o que hayan perdido la fe.

Todo es cuestión de seguir los pasos que nos van a llevar a conseguir la fe. Estos pasos se llaman, tú ya lo sabes:

Comunicación con Dios.

Déjate llevar de la mano, como un niño, y sigue fielmente estas indi­caciones:

¡Deja de preocuparte como si tuvieras en la mente un disco rayado!

Cierra los ojos.

Piensa que estás en la presencia de Dios.

Piensa que Dios te está escuchando.

¡Comunícate con él!

Dile, por ejemplo: Señor, perdóname, pero yo no tengo fe, te estoy hablando porque así me lo sugirieron, pero dudo mucho que Tú me estés oyendo. De chico me enseñaron a rezarte pero Tú me pareces un ser le­jano, muy distante de mi alcance. ¿Sabes?, me gustaría tener fe, pen­sar que Tú me vas a ayudar y que pronto puedo estar sano y entonces volveré a ser alegre y gozaré de la vida.

No tengas miedo de decirle todo lo que quieras a Dios; quéjate con confianza con El de que no te hace caso, desahógate de la amargura que llevas adentro. Dile lo que se te ocurra, pero ¡por favor! Comunícate con Dios. Eso es lo que te hace falta, que te pongas en Su presencia y le hables.

“Cuando oren, háganlo así: Padre Nuestro que estás en los cielos, etcétera”. (Mt 6, 9-13).

Tú piensa que eres hijo de Dios. Imagínate que un hijo tuyo te aban­dona y permanece alejado unos tres años en los cuales no sabes nada de él.

Cómo reaccionarías si tu hijo querido, aquel que ha dejado la he­rida de la ausencia en tu corazón, te llamara por teléfono y te dijera: —Perdóname, me he portado mal, lo reconozco; pero mira, ya no te voy a abandonar, el domingo, como a las cuatro llego a la casa.

Dios puede vivir, tener un templo en tu corazón. . . si tú así lo quieres. Continúa en la presencia de Dios.

Quéjate de las medicinas que no te hacen efecto.

Desahógate.

Quéjate de los médicos y de los análisis, de las inyecciones, de todo. No importa que no tengas por ahora, fe. Tú hazlo.

Comunícate con Dios. Sigue hablándole, de ti, de lo que te preocu­pa, de lo que tú quisieras ser.

Dios te escucha.

Sigue comunicándote con Dios. Sigue hablando. Cuéntale tus cosas, cuéntale todo lo que quieras.

Desahogarse es una magnífica terapia. Cuando tú le cuentas tus pe­nas a una persona que te quiere y que tú sabes que te está escuchando con interés, aunque esa persona no te dé soluciones a tus males, tú ya estás sintiendo el alivio de la comunicación.

La comunicación es una excelente terapia. La comunicación con Dios alcanza la fe.

Busca a Dios, tan frecuentemente como tú sientas necesitarlo. Cierra los ojos. Comunícate.

No te preocupes de que tú no sientas nada.

No te angusties que pasen, quizás, los días y tú sientas que estás igual, que no mejoras en el camino de la fe. Persevera comunicándote. Hazlo. Comunícate.

Otra vez. Otra.

¿Recuerdas que hablamos del lenguaje de Dios?

Tarde o temprano tú vas a ir percibiendo Su lenguaje. El lenguaje de Dios es paz que va a ir apreciando tu alma.

El lenguaje de Dios es Amor que te va a acercar a él, a tus semejan­tes, a ti mismo.

El lenguaje de Dios es fe. Tú vas a ir experimentando esa fuerza, que naciendo endeble, tímida, se irá fortaleciendo hasta llegar a mover montañas. Todo esto a través de una sola cosa: La comunicación con Dios.

La plática con Dios, como si se tratara de conversación con un ami­go, recibe también el nombre de oración.

EL ENFERMO EN PLENA CRISIS:

Cuando el hombre se deja consumir por la ansiedad, pierde la espe­ranza y trata de desahogarse en vicios que lo sumen aún más en su decepción; los valores que ha asimilado durante toda su vida parecen des­vanecerse; llega un momento en que no le importan ya su familia, su tra­bajo, su responsabilidad. Un vicio, cualquiera que éste sea, ata al hombre y lo esclaviza; la voluntad ya no responde y el ser humano se vuelve una caricatura grotesca, un sucio comediante que causa lástima.

Cuando hemos perdido la voluntad de ser libres, es decir, cuando un vicio encadena nuestra libertad, hemos de reconocernos enfermos: hay ne­cesidad de una adecuada terapia para devolvernos la salud.

Es agotante pasarse las noches sin dormir y estar siempre con la tensión en lucha contra nosotros mismos.

Llega un momento en que parecen cerradas todas las puertas y seguimos igual. No hay fuerza capaz de detenernos. Nada hay que nos haga reaccionar.

De los males que padece el ser humano, los que genera la mente, que es poderosísima, son quizás los más despiadados, los más difíciles de so­brellevar. Es más, muchos padecimientos orgánicos tienen su raíz en esa mente nuestra que siendo creadora por naturaleza, cuando funciona mal, se vuelvo implacablemente destructora.

¿Qué hacer en esta encrucijada? ¿Qué hago yo conmigo mismo que tal parece que cada día estoy peor?

Todo nuestro proceder se origina dentro de nosotros mismos y tiene una explicación: no hay efecto sin causa. Si procedemos mal es que algo, dentro de nosotros mismos, anda mal.

Muchas gentes acomplejadas, fácilmente irritables, ordinarias o poco amables, actúan así. porque han sufrido, en su cuerpo o en su espíritu, profundas lesiones, las más de las veces en su tierna infancia que les han provocado traumas muy fuertes: sus muy variadas expresiones pueden re­sumirse en una sola raíz: LES FALTO AMOR. Su reacción es lógica: les resulta muy difícil dar Amor. De alguna manera tienen que desahogarse. Es algo inconsciente, una herida que permanece en el interior nuestro y que no puede cicatrizarla el tiempo, se mantiene dolorosamente viva.

El subconsciente en cada uno de nosotros es una computadora de súper precisión que recoge todas las sensaciones de nuestra vida y en un momento dado cuando menos lo esperarnos, sin saber por qué, nos invade la tristeza, la desesperación, el miedo, la desconfianza.

¿Por qué soy yo así de inestable?

¿Por qué estando bien, de repente empiezo a sentirme mal? ¿Qué hay dentro de mí que produce estas tensiones?

Muchas personas han utilizado con éxito el psicoanálisis, pero con largas sesiones durante mucho tiempo, con desgaste físico, emocional y monetario enorme.

Existen terapeutas que han logrado muchísimo a base de la comuni­cación que el paciente ha tenido con ellos, de la cual han sacado la in­formación necesaria y partiendo de sus conocimientos, de su experiencia y una lógica atinada, han ordenado terapias adecuadas que llegan a de­volver la tranquilidad y la confianza al paciente.

Existe, sin embargo, una terapia segura que no requiere de grandes esfuerzos, gratuita como el aire, sencilla como la palabra: La terapia de Dios.

Veíamos la fuerza tremenda de nuestro subconsciente; bien, coloque­mos este elemento nuestro dentro de la composición del ser humano. Quedaría dentro del elemento 2: Mente, inteligencia, alma, espíritu, subconsciente.

Bien, lo más importante del ser humano, según lo hemos visto, es Dios. (Ver nuevamente la figura número dos).

Yo estoy hecho a imagen y semejanza de Dios.

Hay muchísimas cosas dentro de mí mismo qué yo no me puedo ex­plicar.

Lo mis difícil que hay en el mundo es conocerse a sí mismo. Yo fallo lamentablemente y no sé por qué. Ya no sé qué es lo que debo hacer.

SIGUE ESTA TERAPIA:

Piensa en Dios, quien lo sabe todo. Él tiene todas tus respuestas. Tú te puedes devanar los sesos tratando de explicarte tus dudas y difícilmente conseguirás las respuestas. Dios las sabe; pero, además, Dios te ama. Dios es Amor.

Tú has de aprender a confiar tus cosas a Dios y a ponerlas en Sus manos. Dentro de lo que quieres tú arreglar hay miles de factores que no están a tu alcance. Ponte en las manos de Dios. Confía. ¿Te cuesta trabajo? ¡Naturalmente que sí! A. caminar se aprende dando traspiés, los niños se dan mil golpecillos antes de andar con seguridad. Lo impor­tante es que tú quieras aprender a caminar por el sendero de Dios.

Dios es tu padre. Dios te ayuda. No desconfíes. Déjate llevar y haz, fielmente, lo siguiente:

1. COMUNÍCATE CON DIOS:

Ponte en la presencia de Dios y dile, por ejemplo: Señor, yo no sé lo que me pasa; me estoy preocupando tontamente y nada arreglo pensan­do que me van a salir mal las cosas. Tú, Señor, lo sabes y lo puedes todo, ayúdame; mira: soy tu hijo y me siento débil, dame la mano para que salga adelante de este asunto.

Otro ejercicio mental fabuloso, que produce una gran tranquilidad, es: pensar y analizar una oración, digamos, el Padrenuestro. Tú puedes hacerlo más o menos así:

Padre nuestro que estás en los cielos.

PADRE, o sea papá, el que trae el alimento al hogar. Mira, Papá, yo necesito alimentar mi espíritu que se siente débil, dame ese alimento tuyo que se llama paz y confianza.

QUE ESTAS. ¡Mira!

Se te habla de tú, con la confianza de un ser querido. Yo necesito hablar con alguien que me comprenda, ¿podrías enseñarme a comunicarme contigo?…

EN LOS CIELOS. Si, estás en los cielos, pero Tú dijiste: “El que co­me mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” ¿Sabes?… Yo quiero permanecer en Ti y necesito tanto que Tú estés conmigo.

Sé que estás en el cielo y en todo lugar; pero aquí me han dicho que Tú estás en mí mismo; yo quiero que me ayudes, me hace mucha falta…

Y así puedes tú solo continuar.

¿Notas la diferencia que existe entre recitar un Padrenuestro en for­ma mecánica, sin pensar, como un loro, y por el otro lado, establecer una verdadera comunicación con Dios?

Tú puedes recitar el mismo Padrenuestro sin analizarlo, tal y como nos lo enseñó Cristo, pero pensando lo que estás diciendo, es decir, comu­nicándote real y verdaderamente con Dios.

2 ACEPTA LA VOLUNTAD DE DIOS:

Aquí está el inicio de tu curación; que aceptes la voluntad de Dios, que estés conforme en que padezcas tu enfermedad. Tú puedes decirle a Dios lo siguiente:

Señor, me cuesta muchísimo trabajo aceptar tu voluntad de que yo siga enfermo; me gustaría aliviarme pronto y la verdad yo no sé por qué Tú permites que no me haya podido curar.

Estoy de acuerdo en que se haga tu voluntad pero, ten piedad de mí, yo sé que Tú puedes: mándame la salud.

Quien acepta la voluntad de Dios, pero de corazón, de verdad, no de dientes para afuera, recibe un bálsamo de consuelo pleno de paz.

El gran secreto de la felicidad en la vida del ser humano está, pre­cisamente, en estar conforme con la voluntad de Dios.

Dios tiene en sus manos la vida de mi cuerpo y la de mis seres queridos.

¡Qué difícil es aceptar la muerte de un hijo joven, pleno de salud y de facultades! ¡Qué difícil es aceptar que la poliomielitis marque de por vida a mi hija! ¡Qué duro resulta, muchas veces, aceptar la voluntad de Dios!

Y ese, justamente, será el principio de tu curación. Acepta tu enfer­medad, Dios sabrá por qué te la mandó. Acéptala.

Ten confianza que si Dios la permitió es por algo positivo que te traerá beneficios. ¿Te resulta difícil admitirlo?

Naturalmente. Es difícil, muy difícil.

Pero nada logras lamentándote y haciéndote pedazos interiormente. Si quieres curarte:

¡Acepta tu enfermedad! Y ahora, el punto medular de tu curación.

3 CONFÍA EN DIOS

Tú vas a obtener resultados increíbles si haces una cosa: Aprende a ponerte en las manos de Dios. Abandónate a la voluntad de. Dios. Él es tu padre, no te va a fallar, jamás.

Ten absoluta confianza en que Dios te ama y te ve como a un hijo. Tú puedes confiar en tu Padre.

El hombre se destroza a sí mismo embrollando su mente con preocu­paciones y tensiones nerviosas que lo acaban y, después de darle mil vuel­tas al asunto, resulta que tú estás preocupadísimo por muchas cosas que tú no puedes hacer; que dependen de otros factores, de otras gentes.

¿Qué ganas preocupándote inútilmente?…

Dios se encargará de ayudarte y tú lo vas a percibir, claramente. Existe una técnica o un plan de trabajo:

a) Pon tu confianza en Dios.

b) Trabaja. Tú te vas a esforzar solamente por todo aquello que está dentro de tu alcance lograr. Jamás te vas a preocupar por lo que tú no puedes hacer: es decir, lo que depende de terceras personas. Tú vas a hacer tu máximo esfuerzo. Recuerda: nada menos que tu máximo esfuerzo. Antes de salir a trabajar todos los días, analiza la situación, con calma, en presencia de Dios; pídele que te ayude a pensar qué es lo que más te conviene hacer.

Una vez que decidas qué es lo que vas a hacer: ¡Hazlo! Recuerda: Pon tu mejor esfuerzo.

c) No te preocupes si tus problemas no se solucionan pronto. Tú no de­bes apurarte ni estar nervioso de que tus males todavía no se alejan de ti. Mira: vamos a manejar este concepto del EXITO: Tú tendrás el mayor éxito si cumples TU PLAN DE TRABAJO a toda tu capacidad.

Recuerda que el éxito final, o sea, lo que tú quieres conseguir, está dependiente de muchos factores externos.

Hay ocasiones en que conseguir algo cuesta muchísimo trabajo; pero tú te vas a preocupar únicamente de lo que está en tus manos hacer e irás teniendo éxito diariamente si aportas cada día tu mejor esfuerzo.

No imagines el éxito como una meta, sino como un diario caminar; todos los días aportando tu mejor esfuerzo.

Todos los días poniéndote en las manos de Dios y confiando en él.

La embrollada madeja del interior tuyo envuelve traumas que te han dejado heridas y, sin quererlo tú, de buenas a primeras, te sumen en un estado de pesimismo, de tristeza, de depresión y tú piensas que no sirves para nada, que no tienes voluntad y mil tonterías más.

CONFÍA EN DIOS COMO TERAPEUTA. Él te dará, con su hermoso lenguaje de paz, las respuestas que buscas.

El asunto que te angustia y que depende de tu esposo(a) quizás, está fuera de tus manos, pero al alcance de las manos de Dios.

CONFÍA EN DIOS, EL ES BUEN ABOGADO. Cuando a ti se te cierran los caminos, la oración o sea la comunicación con Dios, te abre una puer­ta ancha, amplia, para que dejes trabajar a Dios.

Tú jamás podrás estar seguro de que aquello que tú quieres lograr es lo que te conviene. Tú piensas que sí y te afanas y te desvives por lo­grarlo, pero SOLO DIOS SABE si será provechoso para ti.

CONFÍA EN DIOS: EL ES EL MEJOR PADRE. Dios sabe qué es lo que te manda y porqué lo hace. CONFÍA EN DIOS.

¿Te sientes infeliz, fracasado? ¿Haces todo tu esfuerzo y… fallas? Oye: ¿Y has hecho tu mejor esfuerzo ANTE LA PRESENCIA DE DIOS? ¿Has mezclado a Dios en tus cosas?

CONFÍA EN DIOS. EL ES LA FELICIDAD.

¿Tu matrimonio padece la enfermedad de la incomunicación? ¿Ya el calor del cariño es un recuerdo envuelto en el tiempo? ¿La rutina y el hastío presencian su caminar árido, sin sentido? CONFÍA EN DIOS. EL ES LA FUENTE DEL AMOR. DIOS ES EL AMOR MISMO.

Dios y sólo Dios va a traer a tu hogar ese renacer de cariño y esperanza. CONFÍA EN DIOS.

¿Tu enfermedad ha hecho crisis? ¿Ya no la aguantas? ¿Ya te desesperaste? COMUNÍCATE CON DIOS. No tardarás en percibir Su lenguaje. El lenguaje de Dios es perceptible como el calor de una caricia, como ese delicioso reaccionar tuyo cuando recibes un elogio.

¿Necesitas pruebas, signos visibles, para poder confiar? LOS TEN­DRÁS. DIOS TE ENVIARA SIGNOS VISIBLES que podrás percibir claramente.

Todo es cuestión de que hagas fielmente, lo que hemos dicho:

  1. COMUNÍCATE CON DIOS.
  2. ACEPTA SU VOLUNTAD.
  3. CONFÍA EN DIOS.

Pronto recobrarás la salud.

LA COMUNICACIÓN TUYA CON DIOS SE VA A CONVERTIR EN UN VERDADERO DIALOGO.

¿Esto quiere decir que así como yo voy a expresarle a Dios mis cosas, Dios me va a expresar algo a mí?… Efectivamente. La respuesta es afirmativa, sin duda alguna. Tu comunicación con Dios será un verdadero diálogo, no una comunicación unilateral. Dios tomará parte activa.

Recordarás, cuando empezamos a hablar de comunicación, que resulta frustrarte hablar con una persona con la cual no podemos establecer una verdadera comunicación. . . Imagínate qué absurdo sería si tu comunicación con Dios fuera algo así como estarle hablando al viento. ¿Recuerdas que consideramos ya cuál es el lenguaje de Dios y cómo tú puedes ir aprendiendo Su lenguaje?… El lenguaje de Dios es .un lenguaje de Amor.

Lo que buscamos todos en la vida, desesperadamente, es que nos den amor, que nos quieran, que nos regalen una caricia, una sonrisa de aprobación.

Dios, que como ya lo vimos también, es el Amor mismo., se va a expresar a través de darte Amor y tú lo vas a ir percibiendo verdaderamente, con más claridad que si lo captaras con tu vista: Tú creerás porque lo estarás viviendo real y palpablemente.

No esperes, desde luego, oír la voz de Dios como si se tratara de otra persona similar a ti.

Fu ate bien cómo funciona un diálogo entre dos seres humanos:

  1. a) Uno habla y el otro escucha.
  2. b) El otro habla y uno escucha.

En mi diálogo con Dios sucede lo siguiente:

  1. a) Yo hablo y Dios escucha.
  2. b) Dios se expresa en mi vida como un eco de Amor envolvente, cariñoso, pleno de verdad.

Yo puedo percibir, sentir ese lenguaje de Dios, ya sea al momento en que yo estoy hablando o bien, a partir de las mil circunstancias que rodean mi vida.

Explicaremos esto más claramente:

Si yo he puesto toda mi mente, todo mi corazón, todo mi ser cuando me comunico con Dios, puedo tener la absoluta certeza de que Dios va a participar en ese diálogo que yo he iniciado.

“Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”. (Lc 11,9).

Imagínate a la comunicación con Dios como un conducto seguro por medio del cual tú viertes tu plática a Dios y él se comunica contigo a través de Amor.

Ese es el lenguaje de Dios: El Amor.

Dios te dará un mayor amor a ti mismo, muy diferente al egoísmo. Será un verdadero amor. Tú te comprenderás mejor, entenderás mejor tus cosas y algo increíblemente valioso: aprenderás a aceptarte a ti mismo, aprenderás a perdonarte, a aceptar que te has equivocado, que tus posibilidades, en aquellas circunstancias de tu vida, fueron pobres. Aceptarás tus errores, tus limitaciones.

Tendrás el bálsamo del perdón a ti mismo.

Si es difícil perdonar a los demás, es mil y mil veces más difícil perdonarse a sí mismo.

Si es difícil aceptar las fallas de los demás, es mil y mil veces más difícil aceptar que yo me he equivocado.

El lenguaje de Dios se expresará a través del perdón a ti mismo que será como una nueva esperanza en tu vida. ¿Por qué te sentías defraudado? ¿Por qué te abandonabas a un vicio y dejabas de luchar? ¿Por qué ya no creías en ti mismo?

El lenguaje de Dios es Amor que traerá ese perdón y aliviará las heridas de los traumas que están latentes en tu subconsciente, desde hace quién sabe cuánto tiempo…

¿En qué momento sentirás el lenguaje de Dios?

Depende de muchos factores; lo podrás percibir, en ocasiones, de inmediato; y otras veces el lenguaje de Dios será algo quizás imperceptible al principio pero irá creciendo en ti hasta sentirte envuelto en ese Amor que tú tan afanosamente buscas.                                                                          .

Dios es Amor.

El lenguaje de Dios lo captarás en ti mismo cuando sientas que amas más a tus seres queridos, que amas más a la gente.

Comunícate con Dios con todas tus fuerzas, con toda tu mente, con todo tu corazón. Dios te comunicará su comprensión, su apoyo, su perdón; en una palabra: su Amor.

Recuerda una cosa: Dios es el que siempre perdona.

“Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Dice Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. (Mt 18, 21-22).

MI COMUNICACIÓN CON DIOS:

Podría yo comparar mi vida, sin Dios, con un desierto; no prosperan en él las plantas ni se cosechan frutos y yo me pierdo en mi egoísmo, dentro de la soledad y la aridez.

Un solo elemento hace falta para que ese desierto se llene de ver­dor y cosechemos uvas y mil frutos más: la presencia de un río. Esa es la imagen de mi comunicación con Dios, como un enorme Nilo que va llenando todo de verdor, de flores y frutos y es más generoso cuanto más amplio se vuelve, cuando lleva más caudal de agua. La existencia de un río de comunicación en mi vida depende, únicamente de mí; de que yo quiera, de que yo sienta la necesidad de esa agua que me va a dar la vida.

Existen las más variadas formas de comunicación y vamos a irlas degustando como se paladea un alimento delicioso.

ORACIONES TRADICIONALES:

Por ejemplo, el Padrenuestro; mismo que yo puedo recitar, con calma, pensando cada una de las frases, sintiendo el mensaje hermoso que quiero comunicar con cada idea. Vale más un Padrenuestro en el que se pone toda la mente que muchas oraciones recitadas mecánicamente, sin pensar.

PLATICA CON DIOS:

Así de simple: una plática, una comunicación sencilla. No hace falta ir hasta un templo para hablarle a Dios, pues él vive dentro de mí mismo. Yo puedo sentarme en la banca de un parque y dedicarme a contemplar, sin prisa, el vuelo de los pajarillos o la caída de las hojas. Es posible que allí, sin quizás yo darme cuenta, en forma espontánea tal vez, yo comience a platicar mis cosas a Dios y sienta el alivio de la comunicación.

No es difícil platicar con Dios, como todo, es cosa de intentarlo una y otra vez, lo más probable es que muy pronto estemos empezando u hablar con Dios tan animadamente como lo hacemos con el compañero de trabajo.

ORACIÓN EN VOZ ALTA:

De la misma manera que se reza una oración conocida en voz alta, en compañía de otras personas, puedo yo decirle a Dios, por ejemplo:

“Señor, ayúdame; Tú sabes que tengo este grave problema y no sé cómo resolverlo. Haz que todo salga bien, ilumina mi entendimiento pa­ra que diga solamente lo que conviene; yo te pido, Señor, que Tú hables por mí, que seas Tú quien arregle todo”.

Es posible que, siguiendo mi ejemplo, otro de los presentes se lance a orar: “Dios mío, yo te pido que alivies a mi esposa, que no se vayan a complicar las cosas”. Recordemos las palabras de Cristo: “Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. (Mt 18, 19-20).

El otro día tuve una. experiencia muy grata; además de hacer nues­tras preces en forma espontánea cada quien, nos tomamos de las manos y así, bien enlazadas nuestras necesidades, fuimos diciéndole a Dios; ca­da quien con sus propias palabras, lo que sentía y necesitaba: Fue una comunicación más estrecha; nuestras manos, que sostenían las carencias de los compañeros, sentían también el calor de la comunicación, el alivio de nuestras tensiones y todos compartimos la esperanza de que nuestras preces habían sido escuchadas cabalmente.

EL CANTO:

Hemos escuchado, tal vez: El que canta ora dos veces. El canto tie­ne una comunicación muy hermosa, plena de verdad. Cuando cantarnos sin miedo, poniendo el corazón en la voz, nuestra comunicación es exce­lente. El canto de las demás personas parece como una ofrenda que se junta a la nuestra para ofrecerse a quien puede darnos todo aquello que necesitamos.

LECTURA DE LA BIBLIA:

Está ahí el mensaje mismo de Dios, Su alimento, Su consuelo. Abre tu Biblia en cualquier parte. Lee unos párrafos. Medítalos. Piensa por un momento qué te quiere decir Dios hoy.

Leer la Biblia es una excelente comunicación con Dios, es corno un amigo que te está enseñando a orar; a platicar con Dios. El día de hoy aparta un poco tus quehaceres y abre tu Biblia, vale la pena que de­jes que hable Dios en tu vida.

ORACIÓN EN FAMILIA:

Es un lazo de unión entre esposo, madre e hijos. Qué cosa más na­tural y hermosa que una familia una sus voces para darle gracias a Dios, para pedirle lo que necesita. Puede adquirirse la costumbre de rezar unas breves oraciones por la noche y, antes de entregarse al descanso, tener un momento de comunicación con Nuestro Padre Dios.

Si tú eres católico, puedes comunicarte estrechamente con Dios por medio de LA SANTA MISA, de Ja cual hacemos amplios comentarios en los capítulos adicionales a “la terapia de Dios”. Al final se encuentra un capítulo acerca de la comunicación con LA MAS HERMOSA DE TO­DAS LAS CRIATURAS.

UNA FALTA DE AMOR:

Aplica toda tu atención a este capítulo, lo vas a entender perfecta­mente, y al asimilarlo, estarás en posición de sanar sin lugar a dudas. Es hora de resolver tu problema, no de aplazarlo y dejarlo para mañana co­mo lo has ‘hecho en repetidas ocasiones. Hoy vamos a resolver definitivamente el problema.                     .

Veamos qué es, lo que está sucediendo contigo; es posible que tú te encuentres en uno, o en varios, de los siguientes casos:

DEPRESIÓN: Estás totalmente desanimado, ya no tienes confianza en ti mismo; piensas que eres un inútil y ya no sirves para nada, que tu voluntad no te funciona, que has fracasado totalmente y hasta te llegas a preguntar: ¿qué caso tiene ya seguir viviendo así?

¿Qué es lo que sucede dentro da estos estados depresivos?

Sucede que tú te castigas despiadadamente a ti mismo, te refugias en tu fracasó como un masoquista que se goza en el sufrimiento. Es un estado totalmente anormal. Tú, cuando no estás sumido en tus depresio­nes, eres amable, alegre, simpático, gentil con los demás, pero cuando te hundes en la depresión das un cambio total como del día a la noche: Te vuelves encerrado en ti mismo, llegas a odiarte y por consiguiente te molestan las personas que están cerca de ti, te vuelves rudo en tu trato aún con los seres queridos que te rodean.

¿Qué pasa contigo? ¿Qué está sucediendo? La explicación es una sola:

EXISTE UNA GRAVISIMA FALTA DE AMOR A TI MISMO.

PESIMISMO: Tus molestias físicas te han agobiado a tal punto que llegas a la desesperación, pierdes la fe y quisieras reñir y expresar tu ma­lestar ante cualquiera que se te pare enfrente. Te sientes la víctima y aún llegas a pensar que tus padecimientos son un castigo que Dios te manda por tus faltas cometidas.

Te atormentas todo el día y toda la noche y en lugar de resolver algo, a cada momento te precipitas más en tu desaliento. Vayamos al fondo de las cosas: ¿Qué es lo que está pasando realmente contigo? Te pasa lo mismo que en el caso anterior: TIENES UNA GRAVE FALTA DE AMOR… A TI MISMO.

EL ESTRÉS, LA ANSIEDAD, EL ESTADO DE ANGUSTIA: Tú te imaginas dentro de tu mente en una confusión de suposiciones. Ves tus pro­blemas muchísimo más grandes de lo que son, te preocupas de lo que tienen que resolver en tu favor terceras personas y te haces cruces ima­ginando lo que ocurrirá si esas gentes no hacen las cosas como tú qui­sieras.

Tú te imaginas a la persona con la que tienes que hablar y te figu­ras todo lo que le vas a decir y lo que ella te va a responder; pero pien­sas a veces ideas tan absurdas y fuera de lugar que sólo tú las puedes concebir. Al cabo de unos momentos tu mente está enredada en mil an­gustias y ansiedades y tú te encuentras a punto de estallar.

¿Qué es lo que está sucediendo en el fondo en este caso? También aquí sucede lo mismo:

HAY UNA ENORME FALTA DE AMOR… A TI MISMO, al no tomar para nada en cuenta al Amor que debe existir dentro de ti y que tú has olvidado. Tú te estás crucificando inútilmente y lo sabes bien. Entonces: ¿Por qué sigues atormentándole y sufriendo en forma absurda? ¿Por qué?

Si tú tuvieras un poquito de Amor a tu propia persona, dejarías de atormentarte, buscarías a Dios, que está en ti mismo, y pondrías en Sus ma­nos tus angustias y tus tensiones. Pero, no te preocupes, ese estrés terrible va a desaparecer totalmente, tú vas a percibir cómo se aleja y se esfuma. Por el momento haz sólo una cosa: piensa bien en todo lo que estamos diciendo, concéntrate.

MALAS RELACIONES EN EL MATRIMONIO.

FALTA DE COMUNICACIÓN CON LA ESPOSA, CON LOS HIJOS.

Cuando tú llegas malhumorado a casa y no quisieras que te habla­rán; te molestas de todo, hasta de que abrieron la puerta o de que pren­dieron la luz; riñes por cualquier cosa o pones cara de malo. ¿Por qué actúas así? ¿Por qué te atormentas y haces infelices a los que te rodean? Lo que sucede, en el fondo, es lo mismo que en los casos anteriores:

EXISTE UNA ENORME FALTA DE AMOR A TI MISMO, FALTA DE AMOR HACIA LOS DEMÁS.

CUANDO TU EXPULSAS DE TI MISMO A DIOS:

Tú, en un momento de tu vida, con esa libertad y poder que Dios puso en tu mente y en tu voluntad, decides que Dios es un estorbo en tu vida y expulsas de ti mismo a Dios. Trabajas y ganas bienes y hasta llegas a te­ner éxito en determinados campos, pero repetimos: ¿Qué sucede? Tú sientes un vacío tremendo que a veces no sabes explicar por qué existe; vives insatisfecho y no puedes encontrar la felicidad que tanto anhelas

Tú no puedes deshacerte de Dios aunque lo hayas arrojado fuera de ti; sabes bien que fuiste hecho a Su imagen y semejanza. Tú fuiste creado por amor y te has sumido en un egoísmo que te corroe, que te hace sufrir profundamente.

Ahora lleguemos al meollo, al centro mismísimo del problema, a la raíz de tu mal:

LOS TRAUMAS O LAS GRAVES LESIONES QUE TÚ HAS SUFRIDO EN TU VIDA Y QUE HAN DEJADO UNA HUELLA DOLOROSAMENTE IMBO­RRABLE EN TU SUBCONSCIENTE.

Recuerda cómo es que han comenzado en ti esos estados depresivos.

Tú te sientes bien, estás normal y de pronto te tornas melancólico y comienzas a atormentarte, pierdes la fe y te sumes en tu desesperación. ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Por qué ese cambio tan brusco y re­pentino? Vamos a analizar la situación:

Un trauma sufrido en la tierna niñez o en cualquier otra etapa de tu vida, se ha alojado en tu subconsciente juntamente con las muy desagra­dables sensaciones que tú experimentaste en esos momentos y que qui­sieras olvidar para siempre. Tu subconsciente es un avaro que guarda to­das esas sensaciones de flagelante dolor y, en determinados momentos, ante ciertos estímulos, te los vuelve a reflejar, pasados muchos, muchísimos años después de que el trauma fue originado. Este trauma pudo ser, por ejemplo: golpes físicos recibidos ya sea solo o en presencia de otras per­sonas; castigos rigurosos en la escuela frente a tus compañeros que re­presentaban en aquellas circunstancias, la mayor parte de tu mundo. Insul­tos o violencia recibida sobre todo, de seres queridos en los que tú habías depositado tu confianza y fue un sufrimiento terrible para ti desengañarte al recibir esas experiencias tan dolorosas.

Pues bien, todos esos traumas y graves lesiones a tu persona, física o moral, tú los recibiste y guardaste en tu subconsciente como GRAVES Y DOLOROSAS FALTAS DE AMOR. Tú te sentiste rechazado en un deter­minado momento, a ti se te castigó brutalmente, a ti NO SE TE TRATO CON AMOR.

Ahora fíjate muy bien lo que pasa contigo cuando esos traumas se reflejan en ti hoy en día y te atormentan: Tú vuelves a vivir, inconsciente­mente, aquellas sensaciones terribles de FALTA DE AMOR que experimen­taste cuando tus traumas se provocaron, muchos años atrás.

FORMA DE CURAR LA FALTA DE AMOR:

La falta de Amor se cura, naturalmente, con Amor.

Si tu ser está enfermo, falto de Amor, tú habrás de llenarlo de Amor para sentirte saludable.

Pero, ¿dónde está el Amor que puede curarte? EL AMOR.

El Amor verdadero, aquel que hace germinar las flores y cantar a los arroyos, se encuentra solamente en Dios.

El Amor a ti mismo, que te traerá el perdón que tú mismo te estás ne­gando, se encuentra solamente en Dios.

El Amor que es entrega a los demás y que exige sacrificio, solamente se encuentra en Dios.

El Amor, aquella fuerza tremenda que se necesita para desprendernos de nuestro egoísmo, solamente se encuentra en Dios.

El Amor es Dios, él es la fuente; tú te desprendiste de sus manos co­mo una caricia de su amor.

Amor es el anhelo mayor del hombre. Es por amor que vivimos y nos sostenemos en la lucha.

Cuando la madre arrulla al bebé o cuando el papá, agotado por el trabajo, regresa a casa, esas caricias o risas del nene, que se alegra de ver a papi, son como un renacer que ahoga el cansancio y llena de paz. Vale la pena vivir para sentir ese tierno toque del amor del niño.

Vale la pena vivir para sentir las manitas que juguetean como si qui­sieran palpar, en nuestro rostro, el significado de las cosas.

El Amor es la razón misma de nuestra existencia. Ama y vivirás.

Si tú no tienes Amor, vives muerto, como un árbol al que se le ha secado la raíz.

Todo lo que tú tienes que hacer para sanar es alimentarte de Dios. Todo lo que tú tienes que hacer para ser feliz es llenarte de Amor.

Recuérdalo: Dios es lo mismo que Amor.

COMO VAS A CONSEGUIR EL AMOR: Comunicándote con Dios.

Eso es todo: comunícate con Dios; LA MEJOR INVERSIÓN:

Cuando tú inviertes, digamos cien, para ganar mil en forma inmediata, estás haciendo una excelente inversión. Cuando tú inviertes algunos minu­tos al día, comunicándote con Dios, para ganar 24 horas de paz, de vida tranquila, libre de estrés y tensiones nerviosas y, además, vas a dormir ‘i a saborear tu descanso, tú estás haciendo una notable inversión.

ALGUNAS INDICACIONES DE COMO EMPLEAR MEJOR AQUELLOS MINUTOS:

Al estar orando, trata de olvidarte de todos tus problemas, en esos momentos sólo vives para comunicarte con Dios.

Tú no debes preocuparte de que te cueste trabajo concentrarte; todo lo irás logrando, poco a poco, a base de constancia, de esfuerzo. Si tú te entregas en cuerpo y alma a seguir tus oraciones o la lectura que hagas de la Biblia, tú te podrás concentrar cabalmente en tu trabajo, en los asun­tos que tienes que resolver durante el día. Tú vas a ir sintiendo cómo ese bálsamo de Amor de Dios te va curando tus tensiones y tus preocupaciones.

Cuando te comuniques con Dios, trata de hacerlo con toda tu confian­za. Dios no te falla. Nunca.

IMPORTANTE: Imagina a Dios como un Papá, lleno de Amor, dispues­to a tenderle la mano al hijo que la necesita y se la está pidiendo.

Piensa que un hijo tuyo sufre un accidente y te vienen a avisar. Tú abandonas lo que estás haciendo y vuelas a ver qué le sucedió a tu hijo, sangre de tu propia sangre, Amor de tu propio Amor. Tú ves que lo atienda el mejor médico y haces todo lo que esté en tu mano para que sane pronto. Igual sucede con Dios. Dios es Papá que te va a ver con el ‘mayor cariño, que te va a dar su consuelo y Su Amor.

Jamás imagines a Dios como un juez que te va a castigar por aque­llo que te reprocha tu conciencia. No caigas en ese error tremendo, Dios es juez, sí, también es sabio, todopoderoso y tiene mil atributos más; pero, sobre todo, es Amor. Si tú, poco a poco, al comunicarte con. Dios, lo haces pensando’ que te estás dirigiendo a la fuente misma del Amor, estarás en el camino correcto.

DIOS ES COMO UN ESPEJO QUE REFLEJA AMOR.

Veamos qué sucede cuando tú te comunicas con Dios:

Es como si tu comunicación fuera un cauce que llega a un enorme espejo. Este espejo, como las luces increíbles de un atardecer lleno de colorido, refleja Amor, que es el lenguaje de Dios. Ese Amor tú lo vas a percibir como:

PERDÓN: Cuando, sin sentirlo quizás, vayas perdonándote a ti mis­mo; tú irás sintiendo el bálsamo de la liberación.

ALIVIO: Esos traumas que tanto té han atormentado, van a ser cu­biertos por un terciopelo de Amor que los hará desvanecerse, como una tarde borrosa que se llena de luz cuando cesa la neblina y se alejan las nubes.

COMPRENSIÓN: Tú vas a poder comprender y… perdonar los erro­res y las faltas de los demás y, por consiguiente, tus propias faltas.

CARIÑO: Tú, que te habías tratado a ti mismo con rigor, que quizás te habías refugiado en el alcohol o en cualquier otro vicio, te vas a ir sin­tiendo arropado por un cariño delicioso que llenará tu espíritu de paz.

DESEO DE SONREIR: Tú habías olvidado sonreír. Vas a aprender a regalar a los demás el mejor obsequio: una sonrisa de aprobación y de gratitud.

EL ESPEJO REFLEJA MIL MARAVILLAS MÁS:

Tu comunicación con tus hijos, con tu esposa, con tus seres queridos mejorará increíblemente. Inténtalo. Comunícate con Dios, constantemente, día a día, y percibirás Su lenguaje en forma tan palpable como todo aque­llo que capta tu vista o tu oído.

Tú verás cómo se resuelven tus problemas sin casi darte tú cuenta. Tus relaciones serán más plenas con tu esposa. Te harás amigo de tus hijos, podrás entenderlos, comprenderlos. Es posible que quien haya estado en el error seas tú mismo, no ellos. Era tu amor el que les hacía falta a tus hijos. Ese Amor que tú, por estar tan preocupado en ti mismo, no les habías podido dar. Es tu comunicación la que estará obrando el milagro.

Dios perdona siempre. Cualquier falta tuya por grande que tú creas que es será perdonada, si tú te arrepientes, reconoces que obraste mal y estás dispuesto a no volver a hacerlo.

Dios escucha. Dios siempre escucha.

Todo es cuestión de que tú te comuniques con Dios. Esa es toda la terapia:

TERAPIA DE DIOS, porque Dios está en ti mismo y quizás tú lo has olvidado.

Imagínate que tú eres un vaso que se encuentra vacío. Para que ese vaso pueda dar algo tiene, primero, que llenarse. La realización ma­yor, más plena del hombre, es dar Amor. Tú has de llenarte de Dios para que tu riqueza sea inagotable y puedas compartirla con los demás.

DIOS ESTA EN TODOS LOS HOMBRES DEL MUNDO:

En cada ser, pobre o inteligente, brillante o limitado, vive Dios en toda su belleza y su amor.

En aquel que es capaz de amar a sus hermanos y ver por su bienes­tar, aunque se declare ateo, Dios se aloja en él.

Dios habito en el cristiano como también en un mahometano o en un budista.

Dios es universal. Acoge todos los corazones del mundo, ama a to­dos, pues todos son sus hijos.

Todos los caminos conducen a Dios.

Dios está en aquel que es capaz de respetar las creencias y tradicio­nes de su hermano, es decir, vive en todo aquel que está dispuesto a Amar.

El hombre de la selva, que no conoce a Dios, percibe Su poder tan en carne viva como la mujer que abre su esperanza a la vida de un nue­vo ser.

Nezahualcóyotl, quien vivió varias décadas antes de la llegada de los españoles, intuyó la existencia de un ser único, creador de todas las cosas y a él se refiere con estas expresiones:

“El inventor de todas las cosas, el inventor de sí mismo, el que con flores pinta y con cantos nos mete en tinte”.

“Tioque Nahuaque, el ser por quien todo vive. Señor: si tú te mue­ves, caen flores; eres Tú mismo el que se esparce”.

Nezahualcóyotl se retira al bosque de Tetzcotzinco a orar. Percibe que Huitzilopochtli y todos los demás dioses Son apenas una representación errónea de un solo poder, de un solo corazón, de un solo Amor.

El Rey de Texcoco llega a la conclusión de que ci Dios se llega por medio de la oración y la penitencia y allá, en su intimidad de comunica­ción con el Señor de la Cerca y el Junto, Nezahucxlcóyotl da a luz sus más `hermosas’ poesías que son como flores del campo que el rey va recogien­do para volverlas con las manos que inspiraron sus colores y su encanto.

UNA CONSTANTE ORACIÓN: TU SALUD COMPLETA

Cuando el ser humano ha acogido a Dios dentro de su corazón se con­vierte en templo vivo del Señor. Cuando tú has hecho de Dios el centro, la razón misma de tu vida, estás cumpliendo con el mandato evangélico.

Tú, además de ser feliz, inmensamente feliz, adquieres por añadidura, un aroma de verdad que se eleva al cielo y que alaba a Dios: todo lo que tú hagas durante el día será una oración: ya sea que teclees la máquina de escribir o que manejes el torno, que transportes las mercancías o que des órdenes a tus empleados: todo es ya una oración a Dios. Tu vida es grata al Señor porque tú cumples Su voluntad. Tú amas a Dios con todo tu co­razón, con todas tus fuerzas, con toda tu mente y, por lo tanto, cumples Sus mandatos.

No sólo son oración tus preces de la mañana o las de la noche; toda tu vida, en sí, es una preciosa oración, como si ese templo de Dios, que eres tú, estuviese elevando un incienso de esperanza a la Palabra del Señor. Toda tu vida adquiere un valor sobrenatural, como una aureola de paz, de consuelo, de Amor, que Ilota en torno tuyo y es una alabanza, la más her­mosa de los tiempos; tu conformidad con los deseos de Dios.

Tú estarás durmiendo acaso y ese descanso, como un recostar tus sueños en la promesa, será un latir de corazón que sostiene siempre, así el hombre repare inconscientemente sus fuerzas y su esperanza.

Oración tuya será el caminar, el obsequiar el don de tu sonrisa a los demás, la palmada de consuelo que das a tu hermano, el apretón de ma­nos con el que recibes al amigo. Será oración los besos que das a tu es­posa y los cariños que haces a tus hijos y la comunicación preciosa que tienes con las gentes cuando has asimilado el don de Dios o sea, el Amor que vive en ti como en un templo.

Es oración tu respirar mismo y el latido de tu corazón, los rasgos d tu firma que dibujan tu personalidad en el papel y la canción del aire cuando responde, Con eco el tono de la voz de un hijo de Dios.

FIN DE “LA TERAPIA DE DIOS”

LA SANTA MISA:

¿Sabes tú qué es la Misa?

La Misa es la renovación del sacrificio de Cristo que se perpetúa a través de los siglos y en torno a todos los hombres del mundo.

“Cuantas veces esto hiciereis, haciendo en memoria mía” Imagínate que tú, personalmente, asististe al sermón de la montaña y que presenciaste el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.

Es lo mismo.

El Pan de Vida, que es Cristo, se multiplica, como el colorido del alba, para comunicar salud y paz, esperanza y Amor a todos los hombres y a todos los pueblos del mundo.

Dios sólo espera algo. Qué tú quieras acogerlo, qué tú quieras recibirlo.

¡Por fin, ya comienzas a comunicarte con él!

Es como si se ofrece un suculento banquete, al que a ti te invitan, pero, tú no vas.

¿Qué puede hacer quien te invitó?

Tú eres el que te estás perdiendo el banquete.

También resultaría lo mismo que a un enfermo le dijeran: Existe un médico que puede curarte, todo lo que tienes que hacer es ir a verlo.

¿Habría un enfermo que no fuera a ver a ese médico?

El primer beneficio increíble que tú vas a recibir por medio de La Santa Misa es que vas a poder concentrarte. Cuando tú padeces estrés, la tensión nerviosa es tremenda, tu mente da vueltas como un rehilete loco y la ansiedad te consume: tú no puedes concentrarte cabalmente en lo que estás haciendo, siempre dominan en ti las preocupaciones, el desasosiego. Tú quisieras concentrarte y estar libre de tensiones, pero no puedes.

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